Por Jaime Restrepo.
Resulta espeluznante ver lo acostumbrados que estamos los colombianos a la ineptitud del aparato judicial. Las aberraciones de jueces, fiscales y magistrados ni siquiera conmueven a la ciudadanía, seguramente en un ejercicio de resignación que pareciera estar incorporado al mapa genético de la nacionalidad.
Es la misma resignación que se vivía hace dos décadas frente al terrorismo de Pablo Escobar y por desgracia, es la misma que los ciudadanos asumimos hace escasos 10 años ante las tropelías de las FARC.
En un solo día, una fiscal dejó en libertad a un hombre que confesó el asesinato de su esposa con el argumento de que no tenía orden de captura y un juez decidió que un grupo de terroristas de las FARC, reconocidos ampliamente por la víctima, eran inocentes del atentado cometido contra un comerciante: es que la Fiscalía no fue rigurosa, dice el juez, y los testigos no fueron contundentes. Sin embargo, con testigos alejados de la contundencia y proclives a las contradicciones, como Rafael García y Yidis Medina, en nuestro país han sido condenados varios ciudadanos. Entonces ¿cuál es la medida de la contundencia? ¿Acaso será la presión política y mediática la que determina dicha contundencia?
Para completar, otra fiscal, esta vez una delegada ante el Tribunal Superior de Bogotá, anuló el proceso que se adelantaba contra alias ‘El Indio’ y contra el empresario Felipe Sierra, por vínculos con paramilitares y narcotraficantes de Córdoba y Antioquia. De paso, seguramente es cuestión de días para que caiga también el proceso contra Guillermo León Valencia Cossio, no por falta de méritos, tampoco por ausencia de evidencias, sino por ineptitud de los fiscales que no protegen sus casos de tecnicismos.
Son tres noticias judiciales conocidas en menos de 24 horas. No puede ser que Colombia se sumerja nuevamente en el letargo que mostró durante lustros frente al terrorismo, llegando prácticamente a la rendición, y ahora se someta a la arbitrariedad, a la ignorancia y a la absoluta insensatez de fiscales, jueces y magistrados.
Me aterra confirmar la profunda desconfianza que existe en Colombia en torno a las decisiones judiciales: ¡Nadie les cree! Mientras el transfigurado de los resentimientos, el ministro del Interior Germán Vargas Lleras negocia con las cortes la recomposición de las parcelas de poder, manteniendo intacta la imposibilidad de que alguien de la carrera judicial pueda, con opciones reales, llegar a la cúspide del poder jurisdiccional; los abogados que día a día tienen que enfrentarse al litigio, presentan propuestas para encontrar el camino para cumplir con la aspiración de una justicia pronta y eficaz. Tal es el caso del jurista santandereano Óscar Humberto Gómez Gómez, quien en un escrito titulado Debate a la justicia sostiene lo siguiente:
“Ya dejé de ser el joven abogado idealista que hablaba […] sobre la majestad de la justicia y del derecho, y pregonaba que toda decisión judicial debía merecer nuestro inquebrantable respeto. Hoy, con los pies puestos sobre la tierra, en cuanto a merecimientos ya tengo perfectamente claro que no son pocos los jueces y magistrados que no merecen el cargo que ocupan y que, al contrario, no sólo deberían estar por fuera de él, sino en la cárcel. Y en cuanto a la respetabilidad, tengo igualmente claro que no todo lo que decidan los jueces y magistrados de este país tiene por qué merecerme el mismo respeto. Más aún […]: hay decisiones judiciales que, definitivamente, no me merecen respeto alguno. Uno las acata porque no hay más remedio. Pero eso no significa que las respete.”
En el escrito, Gómez Gómez enumera algunos de los vicios que ha detectado en su extensa práctica como abogado litigante: el clientelismo que se da porque la justicia se ha convertido en el “escampadero de personajes mediocres” que utilizan los cargos judiciales para llegar a una jugosa pensión de jubilación y el leguleyismo en el que se rinde culto “a los más absurdos formalismos o, peor aún, aduciendo enrevesadas y erradas interpretaciones de la ley procesal”.
Pero los vicios descritos por Óscar Humberto Gómez Gómez no paran ahí: habla de la crisis de la imparcialidad que se evidencia, dice, “en el uso que se le está dando a la facultad para decretar pruebas de oficio, la cual no se utiliza para ahondar en la búsqueda de la verdad, sino para ayudar a algunos y perjudicar a otros, según simpatías o antipatías personales”.
Otro de los vicios es la inseguridad jurídica. Dice Gómez Gómez al respecto: “Cambia tanto la jurisprudencia y en tan poco tiempo, que ya nadie sabe a qué atenerse. Se han dado cambios de blanco a negro en apenas unos cuantos días.”
Todo lo anterior afianza mi posición: No le creo a la Corte Suprema de Justicia. Lo mismo les pasa a muchos colombianos que ven los atropellos y la ineptitud de los que deberían ser los más ilustres juristas. Los devaneos políticos y la intención de concretar el viejo anhelo del gobierno de los jueces son situaciones abominables que el país debería rechazar en pleno.
También tengo que decirlo: una camarilla de mediocres que tiene en sus manos la libertad, la vida, la honra y los bienes de los ciudadanos; es una amenaza mucho más aterradora y siniestra que los carros-bomba del terrorismo: ¡Qué susto caer en sus manos!
7 comentarios:
Hay cierto fariseísmo con la justicia, acusándola de ser injusta. No sé puede negar la responsabilidad de los operadores jurídicos pero tampoco se tiene obviar la responsabilidad de quienes hacen y redactan las leyes y quienes LOS ELIGEN.
El link del señor Gómez Gómez, please.
CAMILO ANDRÉS:
Fíjese Camilo que los que hacen las leyes no tienen semejante cúmulo de poder en sus manos: vida, bienes, familia y honra están en manos de un solo sujeto, que no nos podemos engañar, generalmente son los más débiles en la cadena profesional.
Además de eso, ¿usted está de acuerdo con la excepción constitucional que indica que para ser Magistrado de las cortes, no se requiere ser de carrera judicial?
¿Qué opina de jueces y magistrados que prácticamente despachan desde las universidades, o que dedican el tiempo de trabajo, en los despachos, a atender asuntos de cátedra?
Son asuntos sumamente graves, y aunque ciertamente los que redactan las leyes no merecen consideración alguna, los operadores son una amenaza más fuerte que el terrorismo.
No conozco el link de Gómez Gómez... tengo el correo que con gusto le enviaré en unos minutos.
Saludos.
El link del señor Gómez Gómez, y ese grupo en facebook es muy interesante, ojala se unan.
Jaime: Yo sí estoy de acuerdo con la excepción que para ser magistrado no se requiere carrera judicial. ¿Que mejor que la docencia para como carrera? La docencia es un arte a veces maltratado.
Los operadores jurídicos no son más que expresiones de sus maestros.
En cuanto lo que dice Gómez, solo quiero contar que según un profesor, una campaña para ser magistrado de cualquier tribunal máximo cuesta entre 200 y 300 millones de pesos.
CAMILO ANDRÉS:
Yo no estoy de acuerdo con la excepción, pues creo que ser Magistrado debe ser la culminación de una exitosa carrera judicial concentrada específicamente en el litigio. En otros países incluso existe una suerte de especialización para ser juez e ingresar a la carrera judicial. La excepción ha permitido que en la Corte veamos personajes com Augusto Ibañez y César Julio Valencia.
De otro lado, el tema de la docencia implica una posición que muchas veces está completamente desconectada de la realidad: fíjese lo que pasa en Colombia con los pronunciamientos que se hacen desde la "academia", los cuales no se compadecen con la realidad del país. Lo mismo ocurre en el derecho, por lo cual, la discusión y los aportes académicos deben quedarse como nutriente de la operación judicial, pero nunca como cabeza de la ejecución de ese poder.
Es más: eso de los jueces en la "academia" me parece un robo: ¿por qué les tengo que pagar, con mis impuestos, a unos tipos que utilizan el tiempo que se les paga para ir y cobrar otro sueldo por la cátedra? El operador judicial a lo suyo y los catedráticos a sus aulas.
Un abrazo.
Completamente de acuerdo. También desde hace rato vengo sosteniendo que la justicia aquí es mediocre. Se parece mucho al fútbol profesional colombiano, en donde se habla de 'refuerzos', de 'artilleros' y cosas así como los 'honorables' y la 'jurisprudencia.
Muy buen artículo. Felicitaciones.
GAVIOTA:
Precisamente hoy recibí un correo de un excelente abogado. En ese correo describen el levantamiento de un cadáver que se realizó en 1962... si viera como no han cambiado las cosas.
Un abrazo y gracias por sus elogios.
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