Un mockusiano que le abrió la puerta a la corrupción

Por Jaime Restrepo.

Luis Eduardo Garzón, el mismo inepto que logró colarse para salir en la foto verde junto a dos alcaldes que gozan de gran prestigio entre los electores capitalinos, salió ante los medios a mostrar algo de lo que significa el “no todo vale” de la campaña mockusiana.

Hace pocos días se denunció un carrusel de contratistas que conforman consorcios para ganarse las licitaciones en Bogotá, con la complicidad de algunos funcionarios públicos y de dirigentes políticos. Entre los apellidos denunciados están los Nule —también socios de la revista Semana—, los Gómez, los Sánchez y los Tapia.

Lo primero que llama la atención es que Lucho Garzón aseguró que “muchos de esos contratistas que hoy están cuestionados, vienen desde administraciones anteriores, en gobiernos nacionales y en gobiernos locales”.

¡Tremendo! Los gobiernos anteriores al de Samuel Moreno son, en su orden, el del propio Garzón, el de Antanas Mockus y el de Enrique Peñalosa. Se supone que la decencia y la legalidad tan cacareadas por los mockusianos, debería ser determinante para que el ex alcalde del Polo, ahora vestido con la camiseta verde, precisara las denuncias y diera los nombres propios de los alcaldes que permitieron el ingreso de esa espantosa corruptela que se apoderó de las obras civiles de Bogotá.

Ése sería el primer paso de alguien que está dispuesto a darse la pela contra la corrupción… pero no: Garzón sólo deja la idea en el aire, como si la falta de precisión no enlodara las actuaciones de Mockus y de Peñalosa.

Si Garzón se excluye del festival de la corrupción que se ha vivido en Bogotá durante los últimos tiempos, y señala “administraciones anteriores”, ¿no está afirmando que Mockus y Peñalosa SÍ permitieron la actuación de esas mafias de contratistas en el Distrito? Simple: en cuestiones de corrupción, según el tercero de los trillizos verdes, valen los contratistas inescrupulosos que dilapidaron el erario y que entraron al saqueo por la puerta que el ahora mockusiano les abrió de par en par.

Es que uno de los mayores escándalos de corrupción en Bogotá es la Fase III de Transmilenio, pues el tercer tramo de la obra le fue adjudicado a empresas del grupo Nule, que además de no cumplir con el contrato, tienen en el limbo cerca de 70 mil millones de pesos. Pues resulta que la adjudicación al grupo Nule la hizo Garzón a finales de su administración: “Sí se aprobó y para eso están los órganos de control. Ese proceso estuvo acompañado del doctor Maya (Procurador General de la Nación), el Zar Anticorrupción y la Personería”.

¡Cínico! Él le adjudicó el contrato al grupo Nule y ahora la culpa no es de quien firma el contrato, sino de los entes de control… ¡Qué decencia! Ciertamente la Procuraduría y demás organismos tienen una función de control posterior y a lo sumo pueden emitir alertas sobre los riesgos de un contrato. Pero eso de evadir las responsabilidades en un negocio tan cuestionado, como el del grupo Nule, no es honrado, ni decente, ni mucho menos ético. ¿Será que ese aspecto de la ética no es sagrada para el líder del Partido Verde y del mockusianismo en general?

Posteriormente, Garzón culpó también al gobierno nacional: “Que no se haga de agache la administración Uribe de que no tiene nada que ver: si usted dio dos terceras partes de la financiación, pues tiene que saber a quién se entrega y cómo se negocia”, puntualizó el ex alcalde que ahora milita en el Partido Verde.

¡Claro! El gobierno nacional le entregó dos terceras partes de la financiación a la Alcaldía Mayor de Bogotá, en ese entonces en cabeza de Garzón, y revisó las minucias sobre los diseños y el plan de acción. Hasta ahí llega la responsabilidad de la financiación nacional, pues es el contratante el que decide quién ejecuta una obra. ¿Acaso olvida Garzón que la descentralización administrativa implica que el gobierno central, específicamente el ejecutivo, carece de instrumentos para intervenir en la decisión de adjudicación de un contrato en Bogotá?

El mensaje del mockusiano Luis Eduardo Garzón es contundente: SÍ VALE el cinismo ante la corrupción y también vale el evadir las responsabilidades políticas que se desprenden de un descalabro monumental como la Fase III de Transmilenio… parece que Garzón, Mockus y Peñalosa (por el ventilador que encendió el ex Polo) adhirieron a última hora al mantra de “los recursos públicos son sagrados”.