Se desmorona Unasur: ¿Colombia se toma en serio las amenazas de Chávez?

El Canciller venezolano aseguró que la ausencia de Colombia a la cita de Quito es un “desprecio” a la Unasur. Cierto. Es más: por fin el gobierno Uribe le hace un desplante a ese engendro al que nunca debió integrarse.

Aunque tarde, el gobierno colombiano se dio cuenta de que Unasur no es un escenario multilateral para la búsqueda de soluciones a los problemas de la región, sino un conciliábulo diseñado para profundizar el alineamiento ideológico de los mandatarios beneficiados con los dólares de los venezolanos, manejados por el dictador como su caja menor para comprar lealtades y aplausos de la tribuna.

Unasur no es un organismo multilateral en el que tienen espacio todas las corrientes ideológicas y políticas sino una alianza que defiende los intereses de los alineados con el chavismo y ataca todo aquello que represente una corriente distinta a la que ellos quieren imponer.

El desprecio de Colombia a Unasur parte de dos aspectos importantes: el alineamiento del gobierno ecuatoriano con los “informes de inteligencia” producidos en Caracas, en los que presuntamente se habla de espionaje contra Ecuador y la posición sesgada de Lula en cuanto a la autorización para el tránsito de tropas norteamericanas en siete bases colombianas.

Ambas situaciones se daban por descontadas: Ecuador cree, convenientemente, todo lo que se inventan en Miraflores, pues el propósito del dictador es obstaculizar cualquier acercamiento entre Bogotá y Quito. Esto lo sabe Rafael Correa, quien poco a poco se ve arrinconado por las arremetidas del gobierno venezolano, que difunde las elucubraciones que son recibidas como verdad absoluta por varios sectores de la sociedad ecuatoriana. Así, Correa queda entre la espada y la pared, pues de un lado se dan las presiones de Chávez y del otro surgen los reclamos de un amplio sector nacionalista (que él mismo incendió y ahora no tiene extintor para apagarlo) sumamente sensible ante cualquier chisme que implique la vulneración de su soberanía.

Las señales indican que Correa quiere recomponer en algo las relaciones con el gobierno colombiano, pero para alcanzar el éxito en ese propósito, tendrá que pasar por encima de los intereses del chavismo en el continente, y especialmente, jugar con mucha prudencia en una coyuntura interna que favorece la propaganda ultranacionalista que utilizan en Caracas para avanzar en el expansionismo del dictador.

De otro lado, la canallada de Lula de equiparar la posición de Uribe con las amenazas de Hugo Chávez, dejan al descubierto las intenciones y lealtades del mandatario brasileño en la crisis colombo-venezolana. Mientras Chávez ha amenazado con una guerra, ha calumniado, insultado y emitido cuanta grosería se le ocurre contra el gobierno colombiano, la posición de Colombia ha sido extremadamente prudente y solo con la fracasada reunión de Unasur en Quito se comenzaron a escuchar algunos pronunciamientos con un tono más fuerte.

Es que las palabras de Lula sobre la inutilidad de una guerra, no aportan nada, equiparan a dos gobiernos con conductas distintas, y se convierten en un espaldarazo para las acciones guerreristas del dictador: si lo que ha dicho Chávez es semejante a lo que ha expresado Uribe, esto significa que Chávez ha sido un gran diplomático que no ha amenazado a su vecino, que no ha destruido infraestructura comunitaria, y que no tiene responsabilidad alguna en el asesinato de casi veinte colombianos.

Según Lula, las acciones militares y paramilitares de Chávez son conductas que no merecen condena alguna, lo que además deja muy golpeado el liderazgo de Brasil en el contexto continental: ese sesgo de lealtades y connivencia con un régimen expansionista y asesino permite igualmente el posicionamiento de una mentira flagrante: el armamentismo y la belicosidad de Chávez surgieron del tránsito de tropas estadounidenses por territorio colombiano.

Esa falacia queda desmontada por los hechos: la fábrica de fusiles Kalashnikov (2006), los Sukhoi (15 de julio de 2006), los tanques de guerra (agosto 2009), las patrulleras (2005), los submarinos (2005 y 2007) y las plataformas de misiles fueron “juguetes” que adquirió el dictador mucho antes de la modificación del acuerdo de cooperación entre Estados Unidos y Colombia. Es más: la mayor parte del armamento fue adquirido por Venezuela cuando las tropas norteamericanas estaban operando desde la base de Manta, en Ecuador.

Así las cosas, las declaraciones de Lula, más las de Cristina Fernández y Evo Morales, distorsionan la situación y dejan a Chávez como una víctima “diplomática” que ha reaccionado ante el estacionamiento de tropas y equipos militares estadounidenses en territorio colombiano, cuando la realidad es que fue el dictador el que impulsó la carrera armamentista a la que Colombia no ha respondido. La camarilla chavista, aquí y en el exterior, aprovecha la ignorancia de los ciudadanos en materia de armamento y pretenden equiparar la compra colombiana de equipos para atender sus problemas de seguridad con la adquisición de armamento de última generación para guerra convencional, con propósitos supranacionales, como ocurre desde hace varios años con Venezuela.

Sin embargo, las declaraciones del ministro de Defensa insinúan un cambio de actitud de Colombia, producto del convencimiento de que el país está solo para enfrentar la amenaza del dictador. Finalmente parece que el gobierno se dio cuenta de que nadie saldrá a respaldarlo en caso de una agresión, más allá de palabras vacías y de cantos de sirena que invocan la paz y el entendimiento... La activación de la división militar en el oriente demuestra que la amenaza ha sido tomada en serio.

Por Jaime Restrepo. Director de Atrabilioso.