Por Jaime Restrepo Vásquez
No recuerdo un gobierno más empeñado en fortalecer
su imagen, utilizando para ello una tremenda maquinaria de propaganda pagada en
la que magnifica hasta la exageración sus supuestos logros.
Primero fue la urna de cristal y ahora
son las cifras que, en buena teoría, registran resultados abrumadores en
diferentes campos. Una modelo famélica
ha sido la cara amable de esa campaña de posicionamiento de imagen, que ya
lleva casi dos años, cuya financiación corre por cuenta del presupuesto
nacional.
Ante semejante campaña, los medios están
felices por la inversión gubernamental, y como no quieren dañar el contrato, se
rinden a los pies de cualquier funcionario nacional. Y tampoco se puede esperar que el contenido “informativo”
se oponga a la propaganda, pues así como ocurrió con "La Hora de la Verdad" y El
Colombiano, de golpe se pierde la
entrada fija; y jugosa por transmitirse en horario triple A.
Que El Tiempo y Noticias Caracol se
hayan prestado para difundir las elucubraciones de Juan Manuel Santos, no es de
extrañar. Pero que todos al unísono
hayan repetido la misma falacia, genera una enorme angustia por cuenta de la
desinformación en la que incurren los medios colombianos.
La semana pasada, el presidente de la
República sostuvo que "todas las
mediciones sobre noticias negativas del país en el exterior ¿saben de donde
provienen?, de las FARC y del presidente Uribe". Y la mayoría se quedó con
esa patraña, sin buscar el informe contratado por la Presidencia de la
República, ni ver los pormenores de todas las supuestas mediciones que, para
empezar, se reducen solo a una.
Como lo informó Ricardo Galán en su Libreta
de apuntes, Santos manipuló los resultados del análisis, hasta distorsionar
por completo la verdad, cuidándose de contextualizar el resultado. Ciertamente, la empresa Global News
Intelligence realizó un estudio que presentó bajo un título sugestivo: Álvaro Uribe, un duro crítico del
gobierno en prensa internacional.
En la reseña, la empresa señala que tomó
la información de 220 medios impresos de 43 países y 30 agencias de noticias,
con más de 65 mil declaraciones por contenido, tema, tono y fuente.
Ante las declaraciones de Santos, Global
News Intelligence especificó los detalles de los resultados y señaló que la
cobertura que recibe el gobierno en la prensa internacional es positiva en un
24,4 %, informativa en un 31 %, balanceada (posiciones positivas y negativas)
en un 40,8 % y negativa en un 3,7 %. Así
mismo, dice GNI, “el volumen total de declaraciones críticas del gobierno en
prensa internacional es bajo y corresponde a un promedio de 3,9% del total de
declaraciones”.
Parece que la pereza de leer, o eso de
darle un vistazo superficial a los reportes que cuestan millones de pesos, es
un mal generalizado en los delfines del liberalismo, pues de ese mal padecen
Simón Gaviria y Juan Manuel Santos. Pero
más irresponsable aún es salir ante los medios, con gesto compungido, a
lamentarse en apariencia por el “gran daño” que Uribe y sus declaraciones le
hacen al país, cuando la realidad del reporte indica que las menciones sobre
Colombia son, en su gran mayoría, positivas o neutras.
Si el total de declaraciones contra el
gobierno se ubica en 3,9 %, esto quiere decir que Santos mintió al ocultar la información
y generalizar, de manera chambona, para ajustar el dato a sus propios
intereses. Es más: el comunicado sostiene que la fuente crítica del gobierno, y
la más activa, son las FARC con 394 declaraciones, seguidas de Uribe Vélez con
263 apariciones.
De otro lado, al analizar los resultados
que divulga Global News Intelligence, y contrastarlo con las declaraciones de
Juan Manuel Santos y de su canciller, María Ángela Holguín, la situación genera,
además de la indignación por la falsedad, una gran preocupación sobre la
verdadera capacidad del gobierno nacional.
El 3 de julio la canciller dijo:
“cuando nos mostraron los resultados causó mucha curiosidad que de las noticias
negativas de Colombia en el exterior, cerca del 40 por ciento se han generado
por declaraciones del presidente Uribe, sus declaraciones sobre el tema de
conflicto y el tema de la paz”, y agregó que “le parece muy triste que “seamos
los colombianos los que mostremos una mala imagen del país al exterior, más con
toda esta política de apertura y TLCs cuando la gente lee las noticias de una
persona que tiene tanta credibilidad como el expresidente Uribe”.
Sin embargo, según las cuentas alegres
del gobierno nacional, resulta que 263 declaraciones de Uribe Vélez tienen
mayor impacto que las 8719 apariciones de Juan Manuel Santos. Esto significaría que el poder mediático de
Uribe, y sobre todo su credibilidad internacional es tan alta, que el expresidente,
con solo el 2,9 % de apariciones críticas contra el gobierno, neutraliza el
97,1% de las publicaciones positivas que genera el propio Juan Manuel
Santos.
Así las cosas, y siguiendo con la idea
de la canciller de que criticar al gobierno es difundir una mala imagen del
país en el exterior, tendríamos entonces una crisis monumental, pues
sencillamente a Santos no le cree nadie, a juzgar por la dimensión del impacto
que les atribuyen a los “trinos” de Uribe, y el ex presidente cuenta con una
credibilidad más que desproporcionada.
Tanto las declaraciones lacrimosas de
Juan Manuel Santos, como las de María Ángela Holguín, pretenden convertirse en
cortinas de humo para ocultar la ineptitud gubernamental: ¿Será que la
atrocidad de premiar a los criminales altruistas con indultos y elegibilidad
habla bien de Colombia en el exterior? ¿Será que los industriales, que alzan su
voz para exigir inversión en infraestructura, están conspirando contra la
imagen del país? ¿Acaso una reforma política disfrazada de reforma a la
justicia, defendida y promovida por el propio gobierno, y aparentemente
neutralizada por la indignación que produjo, es una noticia sacada del cubilete
por los malquerientes de Santos?
Mala jugada, pues si el gobierno
nacional carece de credibilidad –como afirman sus voceros–, la cortina de humo
solo alcanzará para ambientar, como en una escena de terror, el lúgubre ambiente
del retorno al Estado fallido al que nos condujeron los asesores principales de
Santos, los expresidentes Ernesto Samper y Andrés Pastrana.
Más allá de los infundios del gobierno
Santos para tratar de justificar la creciente ola de impopularidad, lo cierto
es que la única y primordial fuente de noticias negativas es la Casa de Nariño
y su inquilino, el líder del que la historia describirá como el gobierno del
desastre.
AL CIERRE: El lanzamiento del Frente Contra el Terrorismo sacudió a los apaciguadores nacionales. El presidente Santos dijo que la lucha contra el terrorismo no puede ser bandera política, exhibiendo una ignorancia pavorosa –y muy conveniente para su proyecto de “paz”– en la que desconoce que es justamente desde el terreno político desde donde se hace frente al terrorismo.
AL CIERRE: El lanzamiento del Frente Contra el Terrorismo sacudió a los apaciguadores nacionales. El presidente Santos dijo que la lucha contra el terrorismo no puede ser bandera política, exhibiendo una ignorancia pavorosa –y muy conveniente para su proyecto de “paz”– en la que desconoce que es justamente desde el terreno político desde donde se hace frente al terrorismo.
De hecho, si el terrorismo busca disuadir a la
población mediante la intimidación, para que acepte las banderas políticas que
le interesan, es el ámbito político –primordialmente– el escenario para confrontar al monstruo. Pero los odios y la mezquindad,
además de los intereses comunes y las abiertas simpatías con los terroristas;
son murallas que se erigen en contra de una propuesta que debería acogerse de
forma unánime por todos los colombianos.
Resulta claro que el Frente Contra el
Terrorismo se convierte en una fórmula de oposición contra al apaciguamiento y el
entreguismo promovidos por el gobierno de turno, por lo que termina siendo una
amenaza para el unanimismo claudicante que quiere deponer las armas y la
libertad ante las FARC, el ELN y sus mandamases vestidos de civil. ¿Acaso un
gobierno mínimamente decente, con algo de moral y con una pequeña dosis de legitimidad, no debería
respaldar con entusiasmo, una iniciativa democrática que promueve el acuerdo
sobre un tema fundamental como el rechazo al terrorismo?
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