9 de julio de 2012

No ha podido comprar la credibilidad


Por Jaime Restrepo Vásquez

No recuerdo un gobierno más empeñado en fortalecer su imagen, utilizando para ello una tremenda maquinaria de propaganda pagada en la que magnifica hasta la exageración sus supuestos logros.

Primero fue la urna de cristal y ahora son las cifras que, en buena teoría, registran resultados abrumadores en diferentes campos.  Una modelo famélica ha sido la cara amable de esa campaña de posicionamiento de imagen, que ya lleva casi dos años, cuya financiación corre por cuenta del presupuesto nacional.

Ante semejante campaña, los medios están felices por la inversión gubernamental, y como no quieren dañar el contrato, se rinden a los pies de cualquier funcionario nacional. Y tampoco se puede esperar que el contenido “informativo” se oponga a la propaganda, pues así como ocurrió con "La Hora de la Verdad" y El Colombiano,  de golpe se pierde la entrada fija; y jugosa por transmitirse en horario triple A.

Que El Tiempo y Noticias Caracol se hayan prestado para difundir las elucubraciones de Juan Manuel Santos, no es de extrañar.  Pero que todos al unísono hayan repetido la misma falacia, genera una enorme angustia por cuenta de la desinformación en la que incurren los medios colombianos. 

La semana pasada, el presidente de la República sostuvo que "todas las mediciones sobre noticias negativas del país en el exterior ¿saben de donde provienen?, de las FARC y del presidente Uribe". Y la mayoría se quedó con esa patraña, sin buscar el informe contratado por la Presidencia de la República, ni ver los pormenores de todas las supuestas mediciones que, para empezar, se reducen solo a una.

Como lo informó Ricardo Galán en su Libreta de apuntes, Santos manipuló los resultados del análisis, hasta distorsionar por completo la verdad, cuidándose de contextualizar el resultado. Ciertamente, la empresa Global News Intelligence realizó un estudio que presentó bajo un título sugestivo: Álvaro Uribe, un duro crítico del gobierno en prensa internacional.

En la reseña, la empresa señala que tomó la información de 220 medios impresos de 43 países y 30 agencias de noticias, con más de 65 mil declaraciones por contenido, tema, tono y fuente.

Ante las declaraciones de Santos, Global News Intelligence especificó los detalles de los resultados y señaló que la cobertura que recibe el gobierno en la prensa internacional es positiva en un 24,4 %, informativa en un 31 %, balanceada (posiciones positivas y negativas) en un 40,8 % y negativa en un 3,7 %.  Así mismo, dice GNI, “el volumen total de declaraciones críticas del gobierno en prensa internacional es bajo y corresponde a un promedio de 3,9% del total de declaraciones”.

Parece que la pereza de leer, o eso de darle un vistazo superficial a los reportes que cuestan millones de pesos, es un mal generalizado en los delfines del liberalismo, pues de ese mal padecen Simón Gaviria y Juan Manuel Santos.  Pero más irresponsable aún es salir ante los medios, con gesto compungido, a lamentarse en apariencia por el “gran daño” que Uribe y sus declaraciones le hacen al país, cuando la realidad del reporte indica que las menciones sobre Colombia son, en su gran mayoría, positivas o neutras.

Si el total de declaraciones contra el gobierno se ubica en 3,9 %, esto quiere decir que Santos mintió al ocultar la información y generalizar, de manera chambona, para ajustar el dato a sus propios intereses. Es más: el comunicado sostiene que la fuente crítica del gobierno, y la más activa, son las FARC con 394 declaraciones, seguidas de Uribe Vélez con 263 apariciones.

De otro lado, al analizar los resultados que divulga Global News Intelligence, y contrastarlo con las declaraciones de Juan Manuel Santos y de su canciller, María Ángela Holguín, la situación genera, además de la indignación por la falsedad, una gran preocupación sobre la verdadera capacidad del gobierno nacional. 

El 3 de julio la canciller dijo: “cuando nos mostraron los resultados causó mucha curiosidad que de las noticias negativas de Colombia en el exterior, cerca del 40 por ciento se han generado por declaraciones del presidente Uribe, sus declaraciones sobre el tema de conflicto y el tema de la paz”, y agregó que “le parece muy triste que “seamos los colombianos los que mostremos una mala imagen del país al exterior, más con toda esta política de apertura y TLCs cuando la gente lee las noticias de una persona que tiene tanta credibilidad como el expresidente Uribe”.

Sin embargo, según las cuentas alegres del gobierno nacional, resulta que 263 declaraciones de Uribe Vélez tienen mayor impacto que las 8719 apariciones de Juan Manuel Santos. Esto significaría que el poder mediático de Uribe, y sobre todo su credibilidad internacional es tan alta, que el expresidente, con solo el 2,9 % de apariciones críticas contra el gobierno, neutraliza el 97,1% de las publicaciones positivas que genera el propio Juan Manuel Santos. 

Así las cosas, y siguiendo con la idea de la canciller de que criticar al gobierno es difundir una mala imagen del país en el exterior, tendríamos entonces una crisis monumental, pues sencillamente a Santos no le cree nadie, a juzgar por la dimensión del impacto que les atribuyen a los “trinos” de Uribe, y el ex presidente cuenta con una credibilidad más que desproporcionada.

Tanto las declaraciones lacrimosas de Juan Manuel Santos, como las de María Ángela Holguín, pretenden convertirse en cortinas de humo para ocultar la ineptitud gubernamental: ¿Será que la atrocidad de premiar a los criminales altruistas con indultos y elegibilidad habla bien de Colombia en el exterior? ¿Será que los industriales, que alzan su voz para exigir inversión en infraestructura, están conspirando contra la imagen del país? ¿Acaso una reforma política disfrazada de reforma a la justicia, defendida y promovida por el propio gobierno, y aparentemente neutralizada por la indignación que produjo, es una noticia sacada del cubilete por los malquerientes de Santos?

Mala jugada, pues si el gobierno nacional carece de credibilidad –como afirman sus voceros, la cortina de humo solo alcanzará para ambientar, como en una escena de terror, el lúgubre ambiente del retorno al Estado fallido al que nos condujeron los asesores principales de Santos, los expresidentes Ernesto Samper y Andrés Pastrana.

Más allá de los infundios del gobierno Santos para tratar de justificar la creciente ola de impopularidad, lo cierto es que la única y primordial fuente de noticias negativas es la Casa de Nariño y su inquilino, el líder del que la historia describirá como el gobierno del desastre.


AL CIERRE: El lanzamiento del Frente Contra el Terrorismo sacudió a los apaciguadores nacionales. El presidente Santos dijo que la lucha contra el terrorismo no puede ser bandera política, exhibiendo una ignorancia pavorosa –y muy conveniente para su proyecto de “paz” en la que desconoce que es justamente desde el terreno político desde donde se hace frente al terrorismo.

De hecho, si el terrorismo busca disuadir a la población mediante la intimidación, para que acepte las banderas políticas que le interesan, es el ámbito político –primordialmente el escenario para confrontar al monstruo. Pero los odios y la mezquindad, además de los intereses comunes y las abiertas simpatías con los terroristas; son murallas que se erigen en contra de una propuesta que debería acogerse de forma unánime por todos los colombianos.

Resulta claro que el Frente Contra el Terrorismo se convierte en una fórmula de oposición contra al apaciguamiento y el entreguismo promovidos por el gobierno de turno, por lo que termina siendo una amenaza para el unanimismo claudicante que quiere deponer las armas y la libertad ante las FARC, el ELN y sus mandamases vestidos de civil. ¿Acaso un gobierno mínimamente decente, con algo de moral y con una pequeña dosis de legitimidad, no debería respaldar con entusiasmo, una iniciativa democrática que promueve el acuerdo sobre un tema fundamental como el rechazo al terrorismo?

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