19 de marzo de 2012

El complot

Por Jaime Restrepo Vásquez.

¡Qué palabra tan de moda! De tiempo atrás, todo parece o es descrito como complot. En la última versión “libre” de Salvatore Mancuso, la palabra volvió a aparecer, esta vez para describir lo que a juicio de muchos es una nefasta persecución contra la Corte Suprema de Justicia.

Cuando el criminal explicó el tal complot, contó que lo contactaron para que buscara pruebas sobre los nexos entre el magistrado Yesid Ramírez y el narcotraficante Giorgio Sale. En otras palabras: el gobierno Uribe —así lo sugirió el paramilitar— estaba conspirando contra la Corte al indagar la vinculación de algunos magistrados con personajes sub judice.

Es curioso que, según Mancuso, los paramilitares hubieran infiltrado todas las esferas del poder en Colombia con excepción del poder judicial: ni al criminal le preguntan, ni él se preocupa por dar a conocer los motivos para evitar la cooptación de la cúpula de la justicia nacional.

¿Acaso los operadores judiciales eran los únicos inmunes a la infiltración? Pues no. Entre Giorgio Sale y Salvatore Mancuso hay una relación de “negocios” de vieja data, en la que salen involucrados familiares y hasta empresarios del fútbol internacional. Así las cosas, la relación de Sale con magistrados de las altas cortes cobra especial relevancia, pues ese es un camino por el que el paramilitarismo y el narcotráfico pudieron acceder al control de altos operadores judiciales.

Es que en el complot comentado por Mancuso, lo que resulta claro es que existía preocupación o información por confirmar, en manos del alto gobierno de la época, que comprometía a magistrados de las altas cortes con el narcotráfico y que la ratificación de tales vínculos solo podía surgir de los socios de los criminales, es decir, de los paramilitares. Es bueno recordar que esa sospecha es la génesis del escándalo de las chuzadas, tema en el cual algunos se rasgan las vestiduras por la violación de la privacidad de los aliados de la mafia, pero no se inmutan por la destrucción de la justicia, es decir de la democracia, por parte de los amigos de Sale.

Aquellos que insisten en lo nefasto del “complot” contra la Corte, pasan por alto un aspecto fundamental: los hechos comprobados en los cuales la mafia agasajaba a los togados y les pagaba viajes en primera clase. Esos son hechos suficientes para dejar por el piso la tal majestad de la justicia colombiana y poner en tela de juicio las decisiones adoptadas por las cortes.

No se trata de una intención criminal de desprestigiar a los “ilustres” togados, pues son sus actuaciones las que se han encargado de enlodar su buen nombre: la vergonzosa e ilegal elección de Viviane Morales es solo un ejemplo del suicidio moral y de la prepotencia impune de los que controlan el poder judicial en Colombia.

Pero vamos más allá. Con la ilegítima elección de Morales como Fiscal General, se profundizó el complot para dejar en la oscuridad el asesinato de Álvaro Gómez Hurtado, pues la Fiscalía ha conservado el estatus de impunidad en ese caso, pese a las evidencias sobre falsos testimonios, manipulaciones y desviaciones judiciales que se han presentado durante la investigación del magnicidio, como se comprueba en el libro “¿Por qué lo mataron?”, escrito por Enrique Gómez Hurtado.

Aceptemos, sin embargo, que la palabra complot se ajusta a la descripción de los hechos. Entonces surgen varias preguntas: ¿Cuándo Iván Cepeda indaga con los criminales sobre los presuntos vínculos de Uribe con los paramilitares, no es acaso también un complot? ¿No es un complot la versión “libre” de Mancuso, cuando habla, sin pruebas de respaldo, de la financiación de los paramilitares a la campaña de Uribe en 2002? ¿Cómo se puede calificar el hecho de que el único testigo de esa financiación, mencionado por el criminal, sea Pedro Juan Moreno, quien obviamente no puede contradecir o ratificar la versión?

Ahora todo es un complot: Petro asegura que hay una conspiración en su contra, los magistrados se sienten perseguidos por un complot orquestado por Uribe y sus muchachos; Juan Manuel Santos habla de una conjura de las manos negras para torpedear sus leyes y se insiste en una conspiración militar contra el actual gobierno... que buenas cortinas de humo para ocultar la ineptitud, mediocridad y ausencia de liderazgo de todas las "víctimas" de las conspiraciones colombianas.

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