12 de marzo de 2012

Un país descarrilado

Por Jaime Restrepo Vásquez

¿Será que no se da cuenta? ¿Estará dando lo mejor de él, pero no obtiene los resultados que se esperan? Al observar la crisis por la que atraviesa el país, algunos podrían plantear estas preguntas candorosas para tratar de entender la ausencia de liderazgo del presidente Santos.

Para donde se mire, la situación es alarmante. En materia de seguridad, al tiempo que las FARC anuncian que no realizarán más “retenciones”, el ELN secuestra a nueve ciudadanos en Arauca, como en una carrera de relevos en la cual, el testigo que se pasan los grupos terroristas es la vida y la libertad de los colombianos: mientras unos avanzan en las negociaciones secretas con el gobierno, los otros hacen demostraciones de fuerza de tal manera que puedan ser dignos sucesores del salvajismo de las FARC, lo que les permitirá convertirse en protagonistas de los "esfuerzos pacifistas" de los "altruistas" de Colombianos por la paz.

Adicionalmente, el departamento del Chocó lleva más de una semana sumido en la parálisis total, gracias a un paro armado de las FARC, situación que no se vivía desde hace muchos años. Otra vez, como ocurría antes de 2002, la voladura de oleoductos, el desabastecimiento de amplias regiones, la incineración de vehículos y la extorsión se han vuelto pan de cada día.

Mientras esto ocurre, Juan Manuel Santos parece vivir en otro planeta y en lugar de gobernar –trabajo para el que fue elegido y por el que le pagamos– se dedica a congraciarse con el comunismo nacional e internacional y para tal fin viajó a La Habana: allí se arrodilló ante los asesinos Fidel Casiano y Raúl Modesto, y su monstruoso apéndice Hugo Rafael; para negociar, solo en apariencia, su ausencia en la Cumbre de las Américas, pues obviamente en la cabeza de Santos es más importante mantener las relaciones internacionales que atender las “minucias” domésticas, como la crisis del Chocó, del Cauca, de Arauca y del Putumayo.  Sin embargo, el periodista Nelson Bocaranda asegura que el propósito del viaje era avanzar en el alistamiento de la sede para las negociaciones con las FARC en el extranjero.

Antes de viajar, Santos sostuvo que hay que hablar con los buenos amigos –refiriéndose a los Castro y a Chávez– para solucionar las dificultades… todo en aras de alejar la terrible sombra del “aislamiento internacional” al que nos sometieron Uribe y su séquito. Es que el Presidente todavía cree que rechazar abiertamente el patrocinio otorgado por algunos países al terrorismo nos aísla del mundo –para Santos y su teórica Laura Gil, mundo significa el vecindario inmediato–, cuando lo cierto es que el apaciguamiento es el mayor aislante que evita el contacto con los verdaderos protagonistas globales.

De otro lado, la salida de Viviane Morales de la Fiscalía es un durísimo golpe para la ya deteriorada imagen que el mundo tiene del poder judicial colombiano, pues el actual gobierno, en contubernio con la Corte Suprema de Justicia, cometió una barbaridad leguleya en el proceso de elección de la Fiscal al señalar que era lícito incumplir las normas por una sola vez.

Aunque no sorprende, sí aterra la prepotencia de los magistrados que tomaron semejante decisión al saberse propietarios absolutos de la impunidad: ¿En manos de qué tipo de sujetos está la justicia colombiana? Resulta angustioso, por decir lo menos, que los máximos jueces de la República justifiquen su cinismo y el irrespeto a la ley, asegurando que si lo hacen una sola vez, eso está bien.

A lo anterior se suma la apertura de una investigación sobre el carrusel de las pensiones en las distintas cortes, al punto que la Comisión de Acusación alista más de 200 citaciones para los próximos meses.

No es que se espere mucho de la Comisión, pero tal decisión ocurre justo en el momento en que quedó en evidencia, una vez más, el proceder ilegal de la cúpula judicial y del gobierno nacional, por lo cual se profundiza la ilegitimidad de la operación de la justicia en Colombia y se camina al borde del punto de no retorno.

Al ver este panorama, superficial por supuesto, parece oportuno volver a las preguntas sobre el actual Presidente: ¿Será que no se da cuenta? ¿Estará dando lo mejor de él, pero no obtiene los resultados que se esperan? Las respuestas no son halagadoras: sí se da cuenta, pero no le importa, porque sus objetivos “superiores” son personalistas y de ser necesario, se encumbrará sobre un pedestal de cadáveres para obtener un sitial de honor en el panorama internacional.

En ese proyecto ciertamente está dando lo mejor de él y ha logrado obtener los resultados que espera, pues es el amigo de todos los enemigos del país, el apaciguador incansable que trata de complacer a su auditorio y si toma una decisión incómoda, basta con un pequeño alboroto y de inmediato, presa de la cobardía, la retira de la mesa, no sea que la osadía afecte su decreciente popularidad.

Utilizando el lenguaje presidencial, la locomotora del país se descarrila apresuradamente, mientras el maquinista se dedica a jugar póquer en el vagón de la tiranía continental.

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