27 de febrero de 2012

¿Y después de Chávez, qué?

Por Jaime Restrepo Vásquez.

Aunque las restricciones a la información que impone la dictadura venezolana hacen difícil precisar si el coronel-paracaidista está tan enfermo como aparenta, lo cierto es que el régimen chavista tiene amenazada su continuidad ya sea por el padecimiento del caudillo o por las elecciones de octubre próximo.

Es difícil registrar la tendencia de los “ni-ni” para las elecciones de octubre, aunque los durísimos golpes a la población general –incluido el segmento de los indiferentes políticos- como el desabastecimiento, la inseguridad, el acelerado deterioro económico de toda la nación, la persecución a la libre empresa, la mordaza autoritaria y la corrupción rampante; de repente motivarán a votar en octubre, a esa franja de venezolanos apáticos que pensaban hace 14 años que no pasaría nada con Hugo Chávez en la presidencia y sostenían que daba lo mismo votar por el golpista que por Irene o por Henrique Salas.

A pesar de las marrullas del oficialismo para tratar de mantener la dictadura en el vecino país, lo cierto es que hay un evidente desgaste en la imagen del tirano –y de sus esbirros, por supuesto- que puede generar, en las urnas, un movimiento contrario al chavismo.

Adicionalmente, cada intento de mostrar vigoroso al caudillo, termina produciendo el efecto contrario: se le ve demacrado, hinchado y con gestos esporádicos de dolor. Seguramente el propósito, además de tratar de aparentar la fortaleza de Chávez, es generar la compasión popular por el sufrido dictador en desgracia… y eso, piensan los chavistas, suma votos en las urnas. No obstante, la decadencia natural del tirano después de casi tres lustros al mando de Venezuela, puede neutralizar la lástima y llevar a los electores a mirar en otra dirección.

Sin embargo, no se debe perder de vista que en noviembre de 2010, el general Henry Rangel, ahora ministro de Defensa de Venezuela, dijo que era inaceptable que llegara a la presidencia de su país cualquier otro que no fuera Hugo Chávez.

Esta declaración no puede tomarse como aislada, ni como un testimonio de adulación al caudillo. De hecho, como lo manifestó el vicealmirante Mario Carratú en distintos escenarios internacionales, los grupos de izquierda asumieron algunas cátedras claves en las escuelas militares venezolanas desde la década del 60 y el resultado ha sido una alta dosis de ideologización que se materializó primero en Chávez y los golpistas de 1992 y luego se extendió –algunos por conveniencia- a gran parte del estamento castrense venezolano.

Así las cosas, el chavismo cuenta con la lealtad, por convicción o interés, de un sector importante de las FAN, cuya sola posición puede intimidar a los electores el próximo 7 de octubre, ante la sospecha de una insurrección de sables en caso de que el candidato opositor obtenga la victoria.

En este sentido, el temor a las armas oficiales puede motivar una estampida de los “ni-ni”, que percibirían con horror -¡cómo no!- una situación de enfrentamiento y polarización entre un gobierno no chavista y las Fuerzas Armadas.

Y no es para menos: una de las primeras decisiones que debería tomar Henrique Capriles Radonski –de ser elegido- sería llamar a calificar servicio a toda la cúpula militar, reestructurar las unidades militares y revisar en detalle la formación castrense que se está impartiendo en Venezuela… y eso no va a ser bien recibido en los cuarteles, aunque es de suponer que la oposición ya tiene la cuenta de los militares que apoyarán y defenderán la transición de la dictadura a la democracia.

A la amenaza anterior se suma la enorme capacidad armada de los grupos chavistas, quienes han señalado con insistencia, que solo reconocen a Hugo Chávez como presidente de Venezuela. Las bandas paramilitares del chavismo cuentan con poderosos arsenales y han sido financiados directamente por la Presidencia, generando ruedas sueltas de violencia a lo largo y ancho del país.

Estos grupos, como La Piedrita y las Fuerzas Bolivarianas de Liberación, más los órganos paramilitares que funcionan en el 23 de enero en Caracas –entre otros-, pueden ser la génesis de movimientos insurgentes que desestabilizarán la renaciente democracia. Para tal fin, esas bandas tienen la asesoría y estrecha colaboración de las FARC, cuya experiencia de medio siglo en la clandestinidad y en la sevicia terrorista, servirán de inspiración para los rebeldes que sigan con las armas al momento de regresar la democracia al país vecino.

En caso de ganar Capriles Radonski, de seguro esos grupos protagonizarán disturbios y asonadas en toda Venezuela, y solo serán confrontados, en un primer momento, por los cuerpos de policía de algunos estados, a quienes de paso sea dicho, ya les fue limitado el armamento por la dictadura. Si a esto se suma la incertidumbre militar, resulta sombrío el panorama de la transición y en cualquier caso, parece inevitable el destino de Venezuela durante los próximos meses: la guerra civil.

No hay comentarios.: