Por Jaime Restrepo.
El gobierno Santos se parece a esas emisoras en las que se dedican a complacer a la audiencia. La diferencia está en que las estaciones de radio satisfacen a sus fieles oyentes y Santos está empeñado en ser condescendiente sólo con un selecto grupo que le permite mantener los aplausos en los medios y en las galerías políticas: los votantes —la audiencia— pasaron a un segundo plano.
La última complacencia de Santos es el anuncio de la candidatura de María Emma Mejía a la Secretaría pro Témpore de Unasur. Aunque a primera vista la determinación es coherente con el cariz chavista de la Unión de Naciones Suramericanas, lo cierto es que tal decisión se convierte en un nuevo desplante a muchos de sus electores y al mandato que le entregaron en su momento.
La jugada de Santos demuestra que quiere que el liderazgo de Unasur quede en manos de Colombia. Para tal fin, resultaría inútil la postulación de alguien distante de la izquierda y por ende, el gobierno tenía que buscar un nombre que no generara resistencia en el espectro ideológico nacional y suramericano, teniendo en cuenta la corriente que maneja los hilos en esa organización.
La postulación de la ex canciller de Ernesto Samper Pizano es un premio burocrático más que Juan Manuel Santos le entrega al Partido Liberal, y en especial a la facción más cercana a Hugo Chávez Frías. También es un reconocimiento a César Gaviria, pues Mejía fue Jefe de la campaña que lo llevó a la presidencia en 1990.
De igual forma, la decisión se puede interpretar como un acercamiento burocrático con el Polo Democrático, partido chavista en el que ella ha militado al punto de haber disputado la candidatura a la Alcaldía de Bogotá por ese movimiento político en el año 2007.
Esta “jugada” de Santos tiene varios aspectos en común: congraciarse aún más con el club de los ex presidentes liberales, entregándoles un tanque de oxígeno que les permita revivir la comatosa agrupación política fundada por Ezequiel Rojas.
Así mismo, es un gesto de buena voluntad de Santos con su “nuevo mejor amigo”, quien no verá en Mejía una enemiga, sino una aliada. La decisión es un reconocimiento político a los amigos de la aspirante, Gustavo Petro y Antonio Navarro; quienes indirectamente contarán con una representación internacional en el gobierno Santos.
Y los caguaneros guardarán silencio, pues María Emma Mejía fue designada por Andrés Pastrana como negociadora de paz en la zona de despeje de San Vicente del Caguán y por tal motivo, contarán con una voz “pacifista” en el escenario internacional.
No obstante, la complacencia selectiva deja un mal sabor, pues lo que no han logrado en las urnas ni el partido Liberal ni el Polo Democrático, lo están consiguiendo a punta de nombramientos. ¿Alguien votó por Santos para que le asignara cuotas burocráticas al chavismo, sea del Polo o de los amigos de Chávez (Samper y Gaviria)? Desde la perspectiva mercantilista, resulta aceptable —a regañadientes— que Santos se acerque y hasta coquetee con el dictador venezolano, pero los nombramientos samperistas, pastranistas y gaviristas resultan groseros para un alto porcentaje de los 9 millones de votantes que llevaron a Santos a la Presidencia.
Es el colmo que el presidente desprecie de semejante manera a sus electores, resucitando a un personaje siniestro como Ernesto Samper, por quien nadie votará después de su desastroso mandato. ¿Acaso los votos de la gran defensora de Samper, la defenestrada Piedad Córdoba, son significativos al punto de postular a alguien muy cercano a los ex presidentes de su partido?
El esfuerzo de Santos por revivir al liberalismo es tan evidente, que se da el lujo de pasar por encima de los resultados electorales, y mira para otro lado frente a la realidad del mapa político colombiano.
Resulta evidente que un candidato a la Secretaría pro Témpore de Unasur no puede ser de una vertiente ideológica distinta al chavismo. Sin embargo, Colombia no tenía ninguna necesidad de presentar un candidato para ese cargo y simplemente, ya entrado en gastos con su “nuevo mejor amigo”, le saldría menos insultante con el electorado, respaldar al favorecido de Hugo Chávez.
Lo que liberales e izquierdistas no ganaron en las urnas, Santos se lo viene entregando en bandeja de plata… ¿Aspirará a la reelección con el apoyo de las bases del “trapito rojo” y de la izquierda? De golpe las elecciones de 2011 le mostrarán en qué lugar y quién tiene los votos en Colombia, pero ya para ese entonces, la rectificación será imposible.
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