10 de enero de 2011

Liberaciones sin despliegue mediático: un símbolo de resistencia

Por Jaime Restrepo.

Brian Jenkins afirma que los terroristas desean contar con un público amplio y que les preste atención. Con sus acciones, el terrorismo no sólo busca despertar el interés del público en su propaganda política: también envía un mensaje de intimidación para difundir el pánico entre los ciudadanos.

Se aproxima una nueva tanda de liberaciones “humanitarias” de las FARC y con ellas, vienen de la mano las tormentosas notas de prensa, en las que escudriñan hasta el detalle, la vida de las expectantes familias de los futuros liberados.

Ciertamente el dolor y la angustia, llevados al clímax por las recurrentes noticias sobre enfermedades y dificultades de los secuestrados que serán liberados, son puntos de rating y dinero en el bolsillo de los dueños de los medios: transmitir las crisis de nervios de los familiares, sus rostros de preocupación y sus desplazamientos a aeropuertos y hospitales, se convierte en la demostración de la chabacanería a la que llegan los mercaderes de la información.

Sin embargo, no se puede perder de vista lo importante: los objetivos del terrorismo de las FARC. Es bueno recordar que los secuestros “políticos” tenían el propósito de intimidar a la población para que exigiera la Ley de canje, uno de los tantos anhelos frustrados de ‘Tirofijo’. Paralelamente, la intención de los otros secuestros, los llamados extorsivos, era difundir una amenaza de las FARC contra los colombianos: aquel que no se acogiera a la ley 002 (un tributo del 10% impuesto por las FARC a todas aquellas empresas o personas, nacionales o extranjeras, que tuvieran en el país más de un millón de dólares de patrimonio), sería secuestrado.

En el mismo documento, las FARC hacían gala de su propósito terrorista: "Quien no se presente ante el secretariado de las FARC a cumplir con este impuesto revolucionario será retenido", eufemismo para amenazar con el secuestro a todo aquel que no se acogiera a los designios del terrorismo. Más que la necesidad de financiación, las FARC han utilizado el secuestro como un arma de intimidación y también como un símbolo de poder. Como lo afirma el antropólogo Th. P. Thornton en su libro Terror as a Weapon of Political Agitation, el terrorismo es, ante todo, un acto simbólico.

Así las cosas, los objetivos del secuestro son terroristas y esto ha sido posible en buena medida, por la amplia difusión que los medios de comunicación les han dado a los símbolos de las FARC. Es más: la propaganda de la organización terrorista ha sido asimilada por la sociedad colombiana, gracias a los invaluables servicios prestados por los medios de comunicación. El caso no es aislado: de hecho, en el conflicto entre Israel y Palestina, los media han sido el mejor instrumento para motivar el reclutamiento de combatientes y suicidas. Walter Laqueur, en su libro La guerra sin fin, cuenta que “una familia de la Autoridad Palestina dijo que los medios de comunicación eran responsables indirectos porque emitían a diario programas en los que se glorificaba el martirio.” Pues bien: las transmisiones y amplios despliegues de las liberaciones, glorifican el humanitarismo terrorista y forajido de las FARC y de sus secuaces.

Con las liberaciones, los medios de comunicación han hurgado en la vida de las familias y de los secuestrados, tratando de rellenar las horas de transmisión dedicadas a las liberaciones “humanitarias” de las FARC. El último capítulo que estamos viviendo es el anuncio de la inminente liberación de los canjeables que fueron secuestrados recientemente.

¿Qué se estaría difundiendo en esta oportunidad? Además de los símbolos inherentes al secuestro, a la intimidación y al poder de extorsión del terrorismo, en este nuevo capítulo, las mismas FARC han complementado la fórmula, haciendo un acto simbólico con un mensaje específico: un desagravio a Piedad Córdoba, política defenestrada por la Procuraduría General de la Nación, que se materializará con la entrega de cinco colombianos que han padecido la tortura del secuestro como instrumento de terror.

Gracias a las FARC, a Piedad Córdoba y a los Colombianos por la “Paz”, el acto terrorista, la liberación y el desagravio son elementos inseparables y por lo tanto, difundir las liberaciones es secundar el cumplimiento de los propósitos del grupo terrorista, que son en últimas, la propagación del mensaje llamado equivocadamente pacifista y el desagravio contra una ciudadana sancionada por un organismo de control.

La responsabilidad periodística indica que es absurdo difundir los símbolos y mensajes de un grupo terrorista que además pretende desagraviar a una corrupta: si el MAS (Muerte A Secuestradores) hubiese secuestrado a un grupo de ciudadanos y los hubiese liberado como un desagravio a Pablo Escobar, los directores de los medios de aquella época no les habrían seguido el juego y mucho menos, habrían cohonestado esas liberaciones con un cubrimiento exaltado y detallado.

Algunos de los entusiastas de la transmisión minuciosa de las liberaciones, afirman que el público tiene derecho a conocer lo que está pasando e incluso sostienen que eso es parte de la realidad del país. Se equivocan. Que la ciudadanía tenga derecho a enterarse de las liberaciones no es justificación para un cubrimiento desmesurado y mucho menos para otorgarle protagonismo a la desagraviada, como lo vienen haciendo los medios.

En cuanto a la “realidad del país”, es indudable que existe una realidad ficticia que medios como Noticias Uno, Anncol, El Espectador y Semana, entre otros; han querido vender a cualquier precio: la de los símbolos que pretenden mostrar la fortaleza de las FARC, con enorme capacidad de chantaje y amantes de la paz. ¿Es ésa la realidad? Los hechos, y no los reportes amañados, indican otra cosa.

Lo cierto es que la “realidad del país” está siendo utilizada por los mercenarios de la información (periodistas que se venden al mejor postor o a la mejor propuesta de estatus político) para justificar el despliegue que permita la difusión propagandística. No obstante, con ello evaden el asunto fundamental: ¿Brindarán una cobertura minuto a minuto a los actos simbólicos de las FARC? Es que el ciudadano se puede informar con unos pocos segundos de imágenes del momento del encuentro con sus familiares, sin transmisiones en directo, sin entrevistas a los terroristas ni a sus aliados desagraviados y sin la difusión de mensajes que sólo sirven para dar cumplimiento a los objetivos propagandísticos del terrorismo.

Si en realidad se quiere desarticular el terrorismo, los medios son los primeros llamados a participar en ese propósito, negándose a la difusión de los mensajes de las FARC, o de los símbolos de terror que agitan sus aliados, para desestimular esa siniestra modalidad de actividad política. Como lo indican Schmid y Jongman, en el libro Political Terrorism, "el terrorismo, como propaganda a partir de las acciones, tiene un impacto considerable en la sociedad" y por lo tanto, si los medios no difunden, el público no recibe las intimidaciones y de esta manera, la misión primaria del terrorismo -la propaganda- se frustra por completo.

Estas liberaciones servirán como termómetro para determinar el estado de postración que sufren los medios de comunicación, y la sociedad que representan, la misma que amenaza en redes sociales con listas negras que incluyen los nombres de todos aquellos colombianos que rechazamos el cubrimiento mediático e irresponsable de las liberaciones.

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