23 de mayo de 2012

Un orgulloso tiburón


Por Jaime Restrepo Vásquez

Siempre he pensado que cuando un gobierno emprende la búsqueda enfermiza de epítetos contra sus críticos, en la práctica está demostrando su profunda debilidad. En menos de dos años, los que cuestionamos al gobierno de Juan Manuel Santos hemos sido etiquetados como "ultraderecha", como "mano negra" o con la simpática autodescripción presidencial de "idiotas útiles".

Ahora, finalmente, Santos nos otorga un calificativo interesante: Tiburones. Me declaro un orgulloso tiburón de aquellos a los que quiere desprestigiar con su escasa imaginación el autócrata colombiano, ubicándonos en la categoría de escuálidos, en un burdo remedo del estigma que promueven el dictador venezolano y sus huestes rabiosamente rojas, rojitas.

Y no es para menos: Santos, con su incapacidad demostrada y su oportunismo mediático —copia desgastada del golpista de Miraflores— nos quiere hacer pasar como depredadores que no lo dejamos gobernar, pues las palabras —nuestra única arma— son mostradas por el mediocre presidente como enormes obstáculos que no le permiten actuar, aunque es su ineptitud y su abierta alianza con sectores antidemocrtáticos lo que promueve nuestra oposición. 

El actual presidente quiere buscar al muerto río arriba, acusando de entorpecer la administración a los que condenamos la ausencia de liderazgo, cuando lo cierto es que más allá de buscar titulares, de aliarse en gavilla con sus áulicos y de gobernar al vaivén de las encuestas, Santos es un desastre en la ejecución y su gestión recibe un deshonroso cero de calificación… ¿O en qué lugar fueron reubicados Gramalote o Útica? ¿En qué quedó la reconstrucción de los estragos de La Niña de hace dos años? ¿Dónde están los contratos para las obras de infraestructura? ¿Acaso la reducción del déficit fiscal no se debe a la falta de adjudicación de obras y no a un esfuerzo económico consciente y eficaz?

Los “feroces” tiburones que asustamos a Santos tenemos que mostrar los dientes ante la estupidez del mandatario, pues a una masacre de militares la denomina “revés” y ante el contubernio de la tiranía venezolana con las FARC, se conforma dócil con las explicaciones y órdenes supuestamente impartidas por el dictador venezolano… ¡Y el cretino le cree a Chávez! O por lo menos aparenta creerle, no vaya a ser que el paracaidista se ofenda y la emprenda con sus peroratas contra el fino, delicado y “pacifista” Santos.

¡Claro que me declaro tiburón! Ante la intención evidente de extinguir, como lo hacen los pesqueros ilegales contra los tiburones, a todo aquel que se atreva a disentir de la claudicación que el actual presidente enarbola como su única bandera de gobierno, la alternativa posible y sensata es defender las libertades y las murallas que se levantaron durante los primeros años de este siglo.

De hecho, la comparación de los críticos del desgobierno colombiano con los tiburones resulta esclarecedora: el mandatario quiere hacer sopa de aleta de tiburón, y para tal efecto, como ocurre en los mares del mundo y en la dictadura de su mejor amigo, quiere acabar con la población de tiburones para que no denunciemos y señalemos con vigor, la sarta de manipulaciones, mentiras, exageraciones y bandazos del reyezuelo colombiano.

A Santos le encantaría una coral de focas similar al unanimismo de la U, del liberalismo, del MIRA y hasta del Polo; aplaudiendo como en un circo, las majaderías que el personaje comete a diario.  ¡Pues no!  Con el calificativo de tiburones, el autócrata está reconociendo que hay dos factores que nos incitan a confrontarlo con la ferocidad de la palabra, pues según los científicos, los tiburones agreden por identificar equivocadamente a la presa o por las molestias provocadas por los humanos.

En cuanto a lo primero, no hay equivocación. Sin embargo, sobre las provocaciones, evidentemente Santos está molestando, y mucho, no solo a los tiburones sino a toda la población colombiana con su entreguismo, con su falta de gestión, con sus promesas populistas y con la permisividad frente al asesinato de policías y soldados en todo el territorio nacional. Aunque le moleste, los tiburones reaccionamos frente al resurgimiento del terror y ante el cinismo de promulgar un Acto legislativo, el Marco jurídico para la "Paz", que premia a los terroristas altruistas.

Así le duela la dentellada, los tiburones no estamos dispuestos a la manipulación semántica en la que, de repente, los terroristas de las FARC son descritos otra vez como simples bandidos, asumiendo con sumisión la falaz teoría de que los actos terroristas se cometen solos, sin la participación de autores intelectuales y materiales, y que dichas acciones no tienen un propósito político.

Es todo un elogio eso de los tiburones, pues en su poco hilvanado discurso sostuvo que somos muchos, y por su pataleta, está reconociendo que lo hacemos bien. Claro que Santos se pifia en parte, pues su proclividad a la negociación entreguista y a las buenas relaciones y finas maneras con los enemigos de la democracia; han hecho que nuestra piel no actúe como silenciador y por tal motivo, nuestro desplazamiento ya no es silencioso. 

Al contrario: ante los aleves ataques, los señalamientos mentirosos y el cinismo ramplón de un gobernante narcisista, los tiburones de la palabra hemos recurrido a nuestras capacidades adaptativas, y que le quede claro, podemos sobrevivir en aguas dulces y saladas, a pesar de las cada vez más frecuentes faenas que salen, con sus arponeros, desde el muelle de la Casa de Nariño.

1 comentario:

mamabuela48gmail.com dijo...

BRILLANTE EXPOSICIÓN Y CONTUNDENTE DESPRECIO DEL DESGOBIERNO Y DE LOS INSULTOS DEL EGOCENTRISTA, MENTIROSO, FALAZ, ENANO MENTAL, ENANO MORAL Y TRAIDOR.

ADHIERO TOTALMENTE