Por Jaime Restrepo Vásquez
Siempre he pensado que cuando un gobierno emprende la
búsqueda enfermiza de epítetos contra sus críticos, en la práctica está
demostrando su profunda debilidad. En
menos de dos años, los que cuestionamos al gobierno de Juan Manuel Santos hemos
sido etiquetados como "ultraderecha", como "mano negra" o con la simpática autodescripción presidencial de "idiotas útiles".
Ahora, finalmente, Santos nos otorga un calificativo
interesante: Tiburones. Me declaro un orgulloso tiburón de aquellos a los que
quiere desprestigiar con su escasa imaginación el autócrata colombiano, ubicándonos
en la categoría de escuálidos, en un burdo remedo del estigma que
promueven el dictador venezolano y sus huestes rabiosamente rojas, rojitas.
Y no es para menos: Santos, con su incapacidad demostrada y
su oportunismo mediático —copia desgastada del golpista de Miraflores— nos quiere hacer pasar como depredadores que no lo dejamos gobernar, pues las palabras —nuestra única arma— son mostradas por el mediocre presidente como enormes obstáculos que no le permiten actuar,
aunque es su ineptitud y su abierta alianza con sectores antidemocrtáticos lo
que promueve nuestra oposición.
El actual presidente quiere buscar al muerto río arriba,
acusando de entorpecer la administración a los que condenamos la ausencia de
liderazgo, cuando lo cierto es que más allá de buscar titulares, de aliarse en
gavilla con sus áulicos y de gobernar al vaivén de las encuestas, Santos es un desastre en
la ejecución y su gestión recibe un deshonroso cero de calificación… ¿O en qué lugar fueron reubicados Gramalote o Útica? ¿En qué
quedó la reconstrucción de los estragos de La Niña de hace dos años? ¿Dónde
están los contratos para las obras de infraestructura? ¿Acaso la reducción del
déficit fiscal no se debe a la falta de adjudicación de obras y no a un
esfuerzo económico consciente y eficaz?
Los “feroces” tiburones que asustamos a Santos tenemos que
mostrar los dientes ante la estupidez del mandatario, pues a una masacre de militares la denomina “revés” y ante el contubernio de la tiranía venezolana con las FARC, se
conforma dócil con las explicaciones y órdenes supuestamente impartidas por el
dictador venezolano… ¡Y el cretino le cree a Chávez! O por lo menos aparenta
creerle, no vaya a ser que el paracaidista se ofenda y la emprenda con sus
peroratas contra el fino, delicado y “pacifista” Santos.
¡Claro que me declaro tiburón! Ante la intención evidente de
extinguir, como lo hacen los pesqueros ilegales contra los tiburones, a todo aquel que se atreva a disentir de la
claudicación que el actual presidente enarbola como su única bandera de
gobierno, la alternativa posible y sensata es defender las libertades y las
murallas que se levantaron durante los primeros años de este siglo.
De hecho, la comparación de los críticos del desgobierno
colombiano con los tiburones resulta esclarecedora: el mandatario quiere hacer
sopa de aleta de tiburón, y para tal efecto, como ocurre en los mares del mundo
y en la dictadura de su mejor amigo, quiere acabar con la población de
tiburones para que no denunciemos y señalemos con vigor, la sarta de
manipulaciones, mentiras, exageraciones y bandazos del reyezuelo colombiano.
A Santos le encantaría una coral de focas similar al
unanimismo de la U, del liberalismo, del MIRA y hasta del Polo; aplaudiendo
como en un circo, las majaderías que el personaje comete a diario. ¡Pues no!
Con el calificativo de tiburones, el autócrata está reconociendo que hay
dos factores que nos incitan a confrontarlo con la ferocidad de la palabra,
pues según los científicos, los tiburones agreden por identificar equivocadamente
a la presa o por las molestias provocadas por los humanos.
En cuanto a lo primero, no hay equivocación. Sin embargo, sobre las provocaciones, evidentemente
Santos está molestando, y mucho, no solo a los tiburones sino a toda la
población colombiana con su entreguismo, con su falta de gestión, con sus
promesas populistas y con la permisividad frente al asesinato de policías y
soldados en todo el territorio nacional. Aunque le moleste, los tiburones reaccionamos frente al resurgimiento
del terror y ante el cinismo de promulgar un Acto legislativo, el Marco jurídico para la "Paz", que premia a los
terroristas altruistas.
Así le duela la dentellada, los tiburones no estamos
dispuestos a la manipulación semántica en la que, de repente, los terroristas
de las FARC son descritos otra vez como simples bandidos, asumiendo con
sumisión la falaz teoría de que los actos terroristas se cometen solos, sin la
participación de autores intelectuales y materiales, y que dichas acciones no
tienen un propósito político.
Es todo un elogio eso de los tiburones, pues en su poco hilvanado
discurso sostuvo que somos muchos, y por su pataleta, está reconociendo que lo
hacemos bien. Claro que Santos se pifia en
parte, pues su proclividad a la negociación entreguista y a las buenas
relaciones y finas maneras con los enemigos de la democracia; han hecho que
nuestra piel no actúe como silenciador y por tal motivo, nuestro desplazamiento
ya no es silencioso.
Al contrario: ante los aleves ataques, los señalamientos
mentirosos y el cinismo ramplón de un gobernante narcisista, los tiburones de la palabra hemos recurrido a nuestras capacidades adaptativas, y que le quede claro,
podemos sobrevivir en aguas dulces y saladas, a pesar de las cada vez más
frecuentes faenas que salen, con sus arponeros, desde el muelle de la Casa de Nariño.
1 comentario:
BRILLANTE EXPOSICIÓN Y CONTUNDENTE DESPRECIO DEL DESGOBIERNO Y DE LOS INSULTOS DEL EGOCENTRISTA, MENTIROSO, FALAZ, ENANO MENTAL, ENANO MORAL Y TRAIDOR.
ADHIERO TOTALMENTE
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