13 de febrero de 2012

El atraco de la televisión colombiana

Por Jaime Restrepo Vásquez.

Fue en una noche fría, de esas en las que solo dan ganas de saltar de canal en canal para buscar algún programa que no sea tan aburrido y que permita pasar el tiempo mientras llega la hora de dormir.

En el proceso apareció Canal Capital con un par de mujeres que hablaban de la persecución inclemente que realizó el DAS en su contra. Al final del programa "Contravía" aparecieron los créditos respectivos: el director era Hollman Morris y el jefe de producción era su hermano, Juan Pablo Morris. Al cierre se leía un aviso importante: Morris Producciones, 2012.

Las peroratas de las entrevistadas pasaron a un segundo plano mientras que el año de producción llamó de inmediato mi atención: ¿Acaso Hollman no es el Gerente de Canal Capital desde enero de 2012? Se supone que un funcionario tiene limitantes, entre ellas, las que le impiden ser contratista o beneficiario de ayudas mientras ejerza su cargo. ¿Y entonces, por qué Morris puede seguir elaborando programas de televisión con su propia productora, al tiempo que ostenta la gerencia de un canal público y es, por consiguiente, funcionario del Distrito? ¿La relación de "Contravía" con Canal Capital es económica o de solo difusión del contenido? ¿Es un tema que se paga con dinero o con poder?

A lo anterior debemos sumar que Juan Pablo Morris, hermano de Hollman y socio de Morris Producciones, es miembro principal de la Junta Directiva de la Empresa de Teléfonos de Bogotá, situación que, por lo menos, genera suspicacias con respecto a la elaboración de programas de televisión que, a juzgar por la fecha, son producidos y emitidos al mismo tiempo que es miembro principal de la Junta Directiva de la ETB. ¿Será lícito que un productor de contenidos para la televisión pública, hermano del Gerente del Canal público del Distrito, tenga un cargo en el que decidirá las políticas de convergencia de la ETB con Canal Capital? ¿Acaso la Junta de la ETB no tendrá que ver con los contratos y con el control de gestión del Canal?

¿Qué dirá la Personería de Bogotá al respecto? Me temo que guardará prudente silencio, sobre todo si se tiene en cuenta que una de las candidatas más firmes al cargo es la “flamante” ex fiscal Ángela María Buitrago, la misma protagonista de la condena contra Plazas Vega, quien está tan convencida de su nombramiento, que llegó al Concejo de Bogotá a regañar a los concejales porque no le prestaban atención. Ella, entrevistada en "Contravía", no será la que cuestione a sus compinches y mucho menos será quien ensucie con alguna denuncia a sus protegidos del M-19, ahora disfrazados de Progresistas.

Tampoco será Adriana Córdoba, la segura veedora ciudadana, quien señale las maromas de la famiempresa Morris, pues como lo señaló Paul Bromberg recientemente, Mockus y su esposa Adriana tienen una famiempresa política que se acomoda a cualquier circunstancia y se mueve de izquierda a derecha y viceversa, sin miramientos ni incomodidad alguna. Así las cosas, como no existe competencia entre las famiempresas de los Morris y de los Mockus, la solidaridad de gremio la llevará a guardar silencio.

Sin embargo, lo de Canal Capital es solo una anécdota de indelicadezas y situaciones que deberían ser investigadas por las autoridades, pues es solo un caso menor en medio del asalto a las finanzas que cometen los canales públicos nacionales y el consolidado monopolio que creen tener los canales privados del país.

Desde el 20 de diciembre del año pasado, el Canal del Congreso comenzó a emitir un aviso con los deseos del legislativo para el año que estaba a punto de comenzar. Luego, ya entrado el 2012, el aviso cambió por el logo del Canal. La transmisión del aviso nunca se interrumpía, salvo alguna repetición transmitida entre gallos y media noche.

Por la misma época, el Canal Institucional comenzó a transmitir su programación “educativa” en la que mostraban a unos jóvenes del Sena haciendo robots y cocinas inteligentes. Pero bueno, por lo menos se veía la intención de cumplir con la parrilla de programación y no como ocurre durante casi todo el año, cuando se “encadena” con el Canal del Congreso para transmitir las sesiones de Cámara y Senado.

¿Para qué dos canales emitiendo la misma señal en simultánea? ¿Acaso no es suficiente el Canal del Congreso para dar a conocer la “actividad” del legislativo? Esto no es de poca monta: esos canales se sostienen, en buena medida, con los dineros que el Estado destina a la televisión pública, lo que da como resultado un despilfarro sustancial del erario.

Otro canal que se sostiene con recursos públicos es el Canal Uno. ¡Hay que ver su contenido! Los únicos adjudicatarios de espacios en ese canal –programadoras- que relativamente cumplen con las condiciones pactadas son CM&, Jorge Barón y NTC. Pero cumplir no significa que sean una opción de calidad para competir con la mediocridad de los canales privados: CM&, además del noticiero de más de dos horas, ocupa sus espacios con videos musicales y nada más. Jorge Barón llena buena parte de la programación con su noticiero y con "El Show de las Estrellas" y NTC amplió su “noticiero” durante los fines de semana.

Sin embargo, los demás espacios asignados están ocupados por subarrendatarios de diversa laya: hay brujos, pastores y demonios, promotores de televentas, impulsadores de amuletos y lectores de cartas: cualquiera que pueda pagar cerca de 2 millones de pesos por el espacio de media hora semanal, tendrá acceso al Canal Uno, pues lo importante es el negocio de las programadoras y no el contenido que transmitan. Todo eso ocurre, mientras el Estado subsidia a esas empresas y hasta les paga arbitramentos por caídas en la señal, como ocurrió hace unos años con NTC.

Entre tanto, los canales privados siguen ostentando el monopolio del negocio de la televisión. Mientras el gobierno Uribe respetó esos feudos, RCN era, según algunos, Radio Casa de Nariño. Pero solo bastó el anuncio de la convocatoria para un tercer canal para que RCN se transformara en un medio de ferviente oposición contra Uribe. Caracol, un poco más moderado en su “uribismo”, se radicalizó en contra el gobierno de entonces, alineándose perfectamente con los otros dos medios en cuya composición accionaria aparecen los Santodomingo: El Espectador y Caracol Radio.

Las excusas y leguleyadas brillaron en todo su furor: que faltó una firma, que la torta publicitaria no da para tanto, que el comisionado Noriega dijo o no dijo… en fin, toda la difusión posible para obstaculizar la llegada de un tercer canal privado de televisión.

Y tienen razón en temer: con la programación babosa e insultante que transmiten a diario, un nuevo canal con algo de criterio en la elaboración de la parrilla y en la producción de sus contenidos se convierte en una amenaza para el poder hegemónico de los dueños de RCN y Caracol, pues a fin de cuentas los competidores resultan siendo socios en otros sectores de la actividad empresarial como SabMiller.

Así está la televisión en Colombia… Por eso, los canales internacionales siguen creciendo en audiencia, pues compiten con calidad y algunos no ofenden al televidente con basura que ni entretiene ni divierte. Pero tal situación no importa: a la larga la estructura de poder que da la posesión de un canal se mantiene intacta y permite ejercer la presión que requieran sus dueños, pues son la única fuente que consultan la gran mayoría de los colombianos.

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