24 de octubre de 2011

Bogotá: tres candidaturas distintas y un solo beneficiario verdadero

Por Jaime Restrepo Vásquez.

Cuando se observa el comportamiento del electorado frente a los distintos candidatos, siempre surge la pregunta: ¿y por qué siguen los de la cola? ¿Cuál será su motivación?

Con excepción de Francisco Maturana, no conozco a alguien a quien le guste perder. En este sentido, al revisar algunas encuestas para la Alcaldía de Bogotá, resulta inquietante ver el desequilibrio entre esfuerzos económicos y resultados.


En el partidor, la encuesta del 14 de agosto, la cola del sondeo —más allá de las candidaturas que nacieron muertas— estaba integrada por Antanas Mockus, 14,6 %, Carlos Fernando Galán con 13 %, Gina Parody con 9,6 % y David Luna, quien registró el 5,3 % de la intención de voto.

¿Qué pasó con esos resultados? Quien encabezaba la cola en el partidor registró, un mes después, un leve descenso que puede atribuírsele al margen de error. Sin embargo, tampoco evidenció un incremento en la encuesta de septiembre y por lo tanto, podría hablarse que fue un mes de estancamiento para el ex alcalde.

Mientras tanto, Carlos Fernando Galán mostró un descenso de 3 puntos en solo un mes, situación que se mantuvo prácticamente igual hasta la encuesta del 21 de octubre. A juzgar por las cifras, la candidatura de Galán se estancó también, y por más esfuerzos que realizó, no logró subir la intención de voto.

De otro lado, Gina Parody arrancó con 9,6 % y 30 días más tarde logró sumar dos puntos en la intención de voto. Sin embargo, ya con la coalición a pleno vapor, sumando los resultados de Mockus y de la ex congresista, la cosa no parece tan alentadora como lo quieren mostrar.

Es que en agosto, entre Gina Parody y Antanas Mockus sumaban 24,2 % de la intención de voto y un mes después, juntos llegaban al 25 %. Hoy por hoy, ni siquiera las encuestas más optimistas le otorgan a la candidata ese porcentaje, pues en realidad, según los sondeos de octubre, la coalición ha perdido entre 7 y 8 puntos en comparación con los resultados de agosto.

¿Y David Luna? Su campaña siempre ha estado en el último lugar de los candidatos reales. De 5,3 % de intención de voto en agosto, pasó al 7 % en septiembre, para volver, en octubre, a la cifra con la que inició la campaña. En otras palabras: esa campaña nunca despegó, ni sumó, ni ha tenido posibilidad alguna de llegar a la punta.

A manos llenas

Muchos pensarán que la competencia electoral se parece mucho a una justa deportiva, donde el pundonor hace que el deportista permanezca hasta el final, así no tenga opción de ganar o peor aún, llegue a la meta cuando el público ya está en su casa.

Sin embargo, una contienda política tiene ingredientes muy distintos: cada día que pasa, una campaña se parece a un taxímetro y demanda gastos y gastos que se deben solventar. Al hablar de esto no me refiero a las prácticas corruptas que según la MOE, se vienen adelantando en la zona sur de Bogotá, sino a los gastos habituales: camisetas, avisos, pendones, afiches, plegables, propaganda y hasta el café que se le brinda en la sede al visitante.

¿Si voy a perder, y los números lo dicen, para qué sigo gastando dinero? No se trata de la reposición de votos, pues a fin de cuentas, eso apenas logra cubrir los costos de la campaña, aunque siempre les quedan deudas a los candidatos o a sus partidos.

Los datos suministrados por los candidatos resultan reveladores: Carlos Fernando Galán reportó que ha gastado hasta el momento cerca de 303 millones de pesos. Gina Parody informó que su campaña ha costado 848 millones de pesos y que al final llegará a 1.107 millones. A su turno, David Luna ha gastado 514 millones de pesos.

¿Gastar para perder?

Llama la atención que entre Parody, Galán y Luna han gastado $1.665’000.000 en campañas que saben de antemano que no prosperarán. ¿Para qué gastarse casi 1.700 millones de pesos en un acto estéril? ¿Es entendible que se despilfarre esa cantidad de dinero por simple pundonor? Si algo se sabe en política, es que el dinero se recupera de alguna manera, no solo con reposición de votos, sino con poder, sueldos, clientelas y demás. Entonces, si los candidatos Galán, Parody y Luna no tienen opción de llegar, ¿cómo van a recuperar el dinero?

Comencemos por Carlos Fernando Galán y su partido Cambio Radical, un apéndice del liberalismo gavirista. Retumban los ecos de una denuncia que pasó sin pena ni gloria en su momento: el apetito burocrático de ese partido en Bogotá. En octubre de 2008, el entonces vicepresidente denunció la intención de CR de apropiarse de la Cámara de Comercio de Bogotá y convertirla en un “engendro político”. Este es solo un ejemplo de lo que ese partido ha querido hacer con la Cámara de Comercio, en donde el hermano del dueño de la franquicia Cambio Radical, ya tiene asiento en la Junta Directiva.

Así las cosas, el partido de Vargas Lleras busca conservar sus feudos clientelistas, conservando la apariencia de mantenerse como una opción, así las cifras contradigan dicha posición.

Sigamos con David Luna y el Partido Liberal Colombiano. Muchos han olvidado los sucesos de las elecciones de 2003 y 2007. En las primeras, el Partido Liberal tenía como candidato a Jaime Castro, pero en la realidad, sus afectos y respaldos estaban con Luis Eduardo Garzón, por orden de César Gaviria. Tan evidente fue la traición, que Castro ha liderado un plan B para sacar al gavirismo de la dirección de esa colectividad.

Cuatro años después, el Partido Liberal “honró” con su respaldo a Samuel Moreno Rojas e incluso su representante Piedad Córdoba compartió la tarima del triunfo junto a otros que hicieron posible esa elección, como Gustavo Petro y Carlos Gaviria Díaz.

En este sentido, al liberalismo le resulta vital mantener las cuotas que ha manejado desde 2003 en el Distrito, incluyendo la Contraloría de Bogotá, que al estilo del liberal Morales Russi, es una parcela con gran poder en las decisiones de infraestructura y burocracia en la capital.

En cuanto a Gina Parody, seguramente puede vender la imagen de trabajar por la “tercera vía”, en el cerrado duelo entre Enrique Peñalosa y Gustavo Petro. Sin embargo, no se puede perder de vista su alianza con el mimetizado gavirista Antanas Mockus, quien siempre ha jugado al antipolítico para ocultar su filiación con César Gaviria Trujillo. Además, y esto es bueno recordarlo, el origen de la contratación con los Nule en Bogotá pasa directamente por Mockus y Gaviria, pues Antanas fue el que les otorgó los primeros contratos de magnitud en la ciudad y el segundo fue “padrino” del clan Nule desde el kínder que instaló en la Casa de Nariño.

Así las cosas, hay un titiritero detrás de las candidaturas sin posibilidades, César Gaviria, quien busca eliminar al candidato de Uribe en Bogotá, manteniendo las campañas inviables que sin embargo dividen el voto de los que no simpatizan con Petro, para despejarle el camino a la Alcaldía de Bogotá.

La estrategia resulta simple: todos siguen hasta el final, dividen el voto denominado uribista y también a la masa de electores esnobs de la capital, que siempre quieren ver caras nuevas y no son atraídos ni por Peñalosa ni por Petro, de tal manera que el sufragio de ambos grupos se diluye, mientras que el aspirante del socialismo del siglo XXI mantiene intactas sus estructuras y va con toda la maquinaria unificada, pues ¿quién es Aurelio?

Entonces, los 1.665 millones son una inversión interesante, pues ganan con cara y no pierden con sello. Si llega Petro, mantienen las parcelas de poder y eliminan lo que queda del uribismo, ya que al fin y al cabo el Partido Liberal y el chavismo trabajan por lo mismo y tienen un candidato de sus afectos para la Alcaldía de Bogotá: el Progesista. No obstante, si gana Peñalosa, siempre estará la apariencia de que no le apostaron a Petro sino que prefirieron jugársela hasta el final y recurrirán a la demagogia del trabajo en equipo para salvar a la Capital de la hecatombe que vive.

Sin embargo, cuando se piensa en la financiación de ese aparente despilfarro, sumando a lo que va a invertir Petro en su campaña —eso daría una cifra cercana a los 2.800 millones de pesos— es inevitable pensar en aquel Secretario General de la OEA que validó unas elecciones viciadas en Venezuela, que terminaron por fortalecer a Hugo Chávez y fueron la cuota inicial de la dictadura que padecen los venezolanos.

1 comentario:

D. dijo...

Peñalosa ya estaría de lejos en primer lugar si no fuera por los candidatos divisores, muy especialmente la gomela de las gafitas cool.